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lunes, 23 de abril de 2012

Día del libro 2012

    La celebración del día del libro se remonta a principios de siglo. La historia del libro se hace festiva y surgen actividades literarias en toda España. Hoy, el día 23 de abril se celebra en todo el mundo, el día internacional del libro. En este día tan especial, os queremos presentar un descubrimiento tecnológico que revolucionará el concepto de cultura y que te abrirá las puerta de universos increíbles e infinidad de aventuras. Sin más te presentamos:

THE BOOK*


*Tr. EL LIBRO
   
  
  Queremos invitar a todo el mundo, principalmente a vosotros alumnos, a visitar la 43º edición de la Feria del Libro de Valencia que tendrá lugar en los Jardines de Viveros desde el día 26 de abril al 5 de mayo. Para más información, pincha en la siguiente imagen.


sábado, 19 de noviembre de 2011


El Quijtote interactivo

    El Quijote se abre paso a las nuevas tecnologías y nos brinda la opotunidad de acercarnos a él. Gracias a Internet y al trabajo de la Biblioteca Nacional de España, ya no hay excusas para conocer y disfrutar de  las aventuras  don Quijote y Sancho.

"El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho".
Miguel de Cervantes

miércoles, 25 de mayo de 2011

II CONCURSO DE MICRORRELATOS

Aquí tenéis los textos ganadores del II Concurso de Microrrelatos organizado por el departamento de Lengua. Enhorabuena y gracias a todos por participar. 


LAS HADAS
No me lo podía creer, un hada en mi habitación. Un hada de verdad, qué emoción, empecé a preguntarle cosas de todo tipo: ¿dónde vivís?, ¿qué hacéis?... Yo creo que se agobió bastante porque, cuando abrí la ventana de mi cuarto para que entrara aire, escapó como una mosca. 
                                                    
                   AMPARO ORTEGA CLARAMUNT (1º ESO B)



CONCIENCIA

El ser humano no sobrevive a una caída de cien metros.
Lo sabía.
Aun así, se precipitó al vacío.

                                                                         GIOVANNA CARNEIRO (3º ESO B)



SABÍA QUE VENDRÍAS...

Sabía que vendrías, que te irías, que volverías. Sabía que me echarías de menos, que me fotografiarías. Que cantarías cada noche recordando nuestras canciones. Nuestros momentos. Sabía que te arriesgarías, que perderías, que dormirías contando ovejitas. Que saltarías en los pasos de cebra. Que gritarías en los partidos. Que beberías café. Que morirías por mí. Sabía tantas cosas que, cuando te fuiste, me quedé sin saber nada.

                                                                ESTER RAMÓN (2º BACHILLERATO B)








jueves, 19 de mayo de 2011

Los bohemios

Alejandro  Sawa con sus compañeros de la redacción de "La vida literaria"
       
        Dentro de ese proyecto de Historia de la gandulería literaria del que hablé hace poco en http://www.zapatosdeanteazul.com/ , el capítulo de los bohemios presenta contornos borrosos entre la ficción y la historia, pues los mejores personajes son precisamente los autores, quienes alcanzan ese estatus gracias a lo que cuentan otros de sus vidas en un surtido narrativo que va del chiste o la anécdota a la novela y el esperpento. Para ser bohemio se requería ser pobre, tener ambiciones artísticas, atentar contra el buen gusto, no ceder, dejarse el pelo largo y beber absenta. Luego, si se tenía una novia esquiva y un poco de tuberculosis, mejor que mejor. Pero desde que Koch descubrió su bacilo y echó al traste la creencia de que esa mácula en la salud era la huella que dejaban las musas en un espíritu sensible, aquella enfermedad perdió su halo romántico, lo cual afectó de rebote a la imagen del bohemio, aunque sin la contundencia que cabría esperar, pues frente al carácter infeccioso que desvelaba la medicina, “La Bohème”, de Puccini, y otras similares seguían alimentando el mito. Lo paradójico es que Henri Murger, el autor que popularizó el sentido de “bohemio” tal como hoy lo entendemos y como figura en el diccionario –“persona de costumbres libres y vida irregular y desordenada”- asociado a los artistas en su famosa novela “Escenas de la vida bohemia” (1848), lejos de idealizarlos, se burlaba abiertamente, pues el caudal del talento de sus protagonistas no se vertía en poemas, dramas o folletines malditos, sino en menesteres tal como redactar epitafios o dar clases particulares de solfeo a un loro.
        No menos impropios del oficio de bohemio fueron los paseos nocturnos, las visitas a casas de empeño, la declamación de poemas simbolistas, las colaboraciones en prensa y, el más importante de todos, la creación de obras maestras desconocidas. Quizás por todo ello a estos artistas se les miró con indiferencia cuando eran jóvenes y con desprecio cuando veteranos. Baroja, un hombre serio desde su más tierna juventud y que les supo sacar jugo literario escribió en un artículo titulado “Bohemia madrileña”: “El bohemio no sólo es vanidoso, sino que es ególatra, siente admiración por sí mismo. Si se ve humilde, desdeñado y solo, va casi siempre gozando con su desgracia interior; si está enfermo o triste, llega también a gozar. Hay esos placeres paradójicos y malsanos en los fondos turbios de la personalidad humana”. Ahí está el meollo: la carencia unida a la exhibición, una fórmula que nos cuadra como una joroba a un campanero, al punto que hoy, en vez vez de ser una actitud marginal y heterodoxa, es un modelo. Sin embargo, y a pesar de que en ínfulas artísticas y literarias vamos sobradísimos, lo de pobre y rebelde -que acompañaban al bohemio- ha dejado de ser una vocación.
        Uno de nuestros mejores bohemios, Alejandro Sawa -inmortalizado como personaje por Valle-Inclán en el Max Estrella de "Luces de bohemia"-, escribió en su diario póstumo, "Iluminaciones en la sombra": "Prefiero el hambre al insomnio, porque prefiero la muerte a la locura. Yo sé que la demencia aguarda a las noches sin sueño". Y en efecto, murió ciego y loco, lo mismo esto último que otro de los miembros más conspicuos de la cofradía, Armando Buscarini, que acabó sus días esquizofrénico y sifilítico en el manicomio de Logroño, mientras que Pedro Luis de Gálvez, también gran representante de la bohemia madrileña, murió en el año 40 fusilado en el paredón, acusado de "conspiración marxista" como para dar la razón a su colega Max Estrella en lo del esperpento.
        Hoy ya pocos conocen a esos autores, y menos aún son los que han leído alguna de sus obras, pero que levante la mano quien no haya sufrido alguna vez a Julio Iglesias cantando "soy un truhán, soy un señor,/ un poco bohemio, soñador". Pues eso: carencia y exhibición.
Ricardo Signes

martes, 18 de enero de 2011

Las orgías fúnebres (Mark Twain y la incorrección política)

      
     Las orgías fúnebres
     La semana pasada venía un artículo en la prensa sobre una adaptación de "Las aventuras de Huckleberry Finn" perpetrada por un profesor de la Universidad de Auburn, en Alabama, que ha necesitado de 219 cambios respecto al original para, según él mismo afirma, no sentirse incómodo al leer en clase algunos fragmentos de esa gran novela de Mark Twain. Se ve que palabras como "nigger", "injun" (respectivamente, "negro" e "indio" con matiz despectivo) o "half-breed" ("mestizo") le subían el colesterol, así que se puso los manguitos de censor y ha limpiado ese clásico, dejándolo como una patena. Tras el esfuerzo el hombre debe de haberse quedado satisfecho, porque no solo ha preservado la exquisita y virginal sensibilidad de sus alumnos frente a palabras tan ofensivas como las mencionadas, sino que además ha ofrecido una actuación digna del rey, ese pícaro con quien se encuentra Huck en su viaje por el Misisipi, que en el capítulo 25 de la novela explica el porqué de su expresión "orgías fúnebres":
     "-Digo orgías, no por ser el término corriente, que no lo es... -exequias es el término correcto-, sino porque orgías es el término correcto. No se emplea exequias ya en Inglaterra..., pasó de moda. En Inglaterra ahora decimos orgías. Orgías es mejor, porque significa lo que uno quiere decir con más exactitud. Es una palabra compuesta de la griega "orgo", que significa fuera, abierto, exterior, y de la hebrea "jeesum", plantar, cubrir, es decir, enterrar. Así, como se ve, orgías fúnebres son funerales abiertos al público".
     No sé cómo le ha quedado este fragmento, pero me da que lo ha dejado igual, y no por fidelidad al texto, que ya vemos que no es una virtud filológica en boga en su universidad, sino más bien por coincidencia en el análisis etimológico y en la limpieza de la palabra "orgía", libre ya de connotaciones sexuales y apta, por tanto, para su uso. De todos modos tampoco hay que exagerar su mérito: la Asociación de Bibliotecas de EEUU ya había avisado de la peligrosidad moral del libro al situarlo durante la última década del siglo pasado en su lista de libros prohibidos y censurables. A lo que parece, la amistad entre un blanquito sureño y un esclavo negro fugitivo es algo obsceno, intolerable. Lo cual explica que en la serie televisiva que sacó la CBS en 1955 se omitiera cualquier referencia a la esclavitud y que fuera un actor blanco quien interpretara al negro Jim. Todo un disparate que subraya con éxito aquello que pretende ocultar.
      Unas páginas más allá del artículo del expolio literario aparece la noticia de la liberación de dos hermanas negras que se han pasado dieciséis años en la cárcel por robar once dólares. La causa de su excarcelación no ha sido la revisión de su condena a cadena perpetua, sino el ahorro que le supone al estado de Misisipi librarse de los gastos de la diálisis que requería una de ellas.
      En el capítulo 32 de la novela leemos el siguiente diálogo entre Huck y la tía Sally a raíz de un accidente de navegación:

      "- ¡Por amor de Dios! ¿Hubo heridos?
        -No, señora. Mató a un negro.
        -Pues ha sido una suerte, porque a veces hay heridos."
      Puede que el profesor de Auburn, en su afán de corrección política, haya cambiado al difunto negro por un gato, pero de lo que no me cabe duda es de que el gobernador de Misisipi, este prohombre que ha liberado a las hermanas Scott, todavía hoy, un siglo y un año después de la orgía fúnebre de Mark Twain, estará muy de acuerdo con el alivio de Huck y la tía.

Ricardo Signes





martes, 16 de noviembre de 2010

Decir ¡No!

Decir ¡No! (sobre el rechazo de Santiago Sierra al Premio Nacional de Artes Plásticas)


Creo que una de las lecciones más difíciles que debemos a nuestros alumnos (y a nosotros mismos) los profesionales de la educación es la del inconformismo, porque es una actitud que nace del espíritu crítico y al mismo tiempo lo alienta, cimentando el progreso de la sociedad sobre bases más sólidas que la de la rentabilidad en caja. Quizás en un plano doméstico tengamos a mano ejemplos de esa actitud que nos reconcilien con el prójimo y con el mundo, pero no es frecuente encontrarlos entre quienes asoman por las páginas de los periódicos o las pantallas del telediario. Por eso, cuando he oído en la radio la declaración de Santiago Sierra en la que rechaza el premio del Ministerio de Cultura me he venido al ordenador a expresar mi admiración por la integridad de quien con ese gesto se reafirma como artista y se aleja del rebaño de bufones que suele pastar al socaire de premios, subvenciones y palmaditas.

Aquí van sus palabras:
"Madrid, Brumaire 2010
Estimada señora González-Sinde,
Agradezco mucho a los profesionales del arte que me recordasen y evaluasen en el modo en que lo han hecho. No obstante, y según mi opinión, los premios se conceden a quien ha realizado un servicio, como por ejemplo a un empleado del mes. Es mi deseo manifestar en este momento que el arte me ha otorgado una libertad a la que no estoy dispuesto a renunciar. Consecuentemente, mi sentido común me obliga a rechazar este premio. Este premio instrumentaliza en beneficio del estado el prestigio del premiado. Un estado que pide a gritos legitimación ante un desacato sobre el mandato de trabajar por el bien común sin importar qué partido ocupe el puesto. Un estado que participa en guerras dementes alineado con un imperio criminal. Un estado que dona alegremente el dinero común a la banca. Un estado empeñado en el desmontaje del estado de bienestar en beneficio de una minoría internacional y local.
El estado no somos todos. El estado son ustedes y sus amigos. Por lo tanto, no me cuenten entre ellos, pues yo soy un artista serio. No señores, No, Global Tour.
¡Salud y libertad!
Santiago Sierra"


Hace ya días que venía dando vueltas a esta fotografía que encontré en un artículo en internet. Se trata de un hombre que, en medio de un ambiente sofocante de enaltecimiento nazi, se cruza de brazos, negándole el saludo a Hitler. Su nombre es August Landmesser y su gesto hermoso de inconformismo se dio en la botadura del Horst Wessel (hoy buque escuela de la marina alemana) el 22 de abril de 1936, en los astilleros de Hamburgo.
Me ha dado mucho que pensar esta fotografía. Por ejemplo, me pregunto dónde hubiera estado yo. Y esta pequeña fantasía me produce algo de vértigo. Sin embargo, me reconforta el convencimiento de que los gestos de Sierra y de Landmesser pueden hacer que hoy no levante el brazo tanta gente.
Ricardo Signes

martes, 19 de octubre de 2010

cómics y tebeos

CÓMICS Y TEBEOS

Soy lector de cómics desde antes de que se llamaran así, cuando eran mayormente cosa de niños y los conocíamos como tebeos, que era el nombre de una de las revistas más antiguas, “TBO”, en la que salían –recuerdo- personajes como los de la familia Ulises –una especie de Simpsons en pobre y en español- y los inventos del profesor Frank de Copenhague, que presentaba unas máquinas complicadísimas llenas de engranajes, poleas y ejes, impecables desde el punto de vista mecánico y estúpidas a más no poder en sus aplicaciones. Por ejemplo, un pulmón artificial para trompetistas que utilizaba como energía las carreras de un perro hambriento detrás de una ristra de longanizas. Había entonces –me refiero a mi infancia lectora- muchos tebeos semanales: el “Din Dan”, “Pulgarcito”, “Tío Vivo”..., en cuyas páginas habitaban personajes como Mortadelo y Filemón, las hermanas Gilda, Anacleto, agente secreto, Zipi y Zape, Carpanta, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio, doña Urraca o los inquilinos de 13 Rue del Percebe. Luego vino la revista “Strong”, con la que llegaron de Francia y Bélgica personajes de la llamada línea clara: Lucki Lucke, Gastón el Gafe, Ultrasón el vikingo, Spirou y Fantasio, los pitufos, y un niño bajito, forzudo y con boina cuyas aventuras me divertían muchísimo: Benito Sansón.
Es probable que a los jóvenes estudiantes de ESO y bachillerato, por lo general más familiarizados con los mangas japoneses y los herederos de los superhéroes márvel, esos personajes les parecerán cutres y casposos. De hecho hay uno de ellos, Carpanta, que os resultará, por suerte para vosotros, incomprensible, pues su máximo deseo es comerse un bocadillo o un pollo asado. Evidentemente el hambre está tan alejada de vuestras vidas, que es difícil que se convierta no ya en un tema de humor para una historieta, sino en el tema. Para entenderlo haría falta una lección de historia o de sociología, pero que nadie se asuste, que no es ese mi propósito. Me han dicho que hable aquí de mi afición a los cómics, pero como soy un poco rollero, me lío y me lío...




Para mí hay tres grandes satisfacciones unidas a los cómics. La primera es el goce de una buena historia, asociada a unos dibujos sugerentes. La segunda es prestarle a un buen amigo un cómic que yo haya disfrutado. Y la tercera, seguir los caminos que un cómic me ha descubierto. A veces esos caminos son literarios, como cuando leí la genial adaptación que hizo Robert Crumb de unos relatos de Kafka; a veces históricos, como los que me sugirió la lectura de “Maus” (sobre el exterminio de los judíos en la II Guerra Mundial); y, con más frecuencia, geográficos, como me ha pasado desde que empecé a leer cuando apenas tenía seis años los álbumes de Tintín. Por todo esto, para mí los cómics no sólo han sido –y siguen siendo- fuente de satisfacción, sino también de aprendizaje y descubrimiento, que es lo mismo.
Ricardo Signes