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martes, 19 de octubre de 2010

cómics y tebeos

CÓMICS Y TEBEOS

Soy lector de cómics desde antes de que se llamaran así, cuando eran mayormente cosa de niños y los conocíamos como tebeos, que era el nombre de una de las revistas más antiguas, “TBO”, en la que salían –recuerdo- personajes como los de la familia Ulises –una especie de Simpsons en pobre y en español- y los inventos del profesor Frank de Copenhague, que presentaba unas máquinas complicadísimas llenas de engranajes, poleas y ejes, impecables desde el punto de vista mecánico y estúpidas a más no poder en sus aplicaciones. Por ejemplo, un pulmón artificial para trompetistas que utilizaba como energía las carreras de un perro hambriento detrás de una ristra de longanizas. Había entonces –me refiero a mi infancia lectora- muchos tebeos semanales: el “Din Dan”, “Pulgarcito”, “Tío Vivo”..., en cuyas páginas habitaban personajes como Mortadelo y Filemón, las hermanas Gilda, Anacleto, agente secreto, Zipi y Zape, Carpanta, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio, doña Urraca o los inquilinos de 13 Rue del Percebe. Luego vino la revista “Strong”, con la que llegaron de Francia y Bélgica personajes de la llamada línea clara: Lucki Lucke, Gastón el Gafe, Ultrasón el vikingo, Spirou y Fantasio, los pitufos, y un niño bajito, forzudo y con boina cuyas aventuras me divertían muchísimo: Benito Sansón.
Es probable que a los jóvenes estudiantes de ESO y bachillerato, por lo general más familiarizados con los mangas japoneses y los herederos de los superhéroes márvel, esos personajes les parecerán cutres y casposos. De hecho hay uno de ellos, Carpanta, que os resultará, por suerte para vosotros, incomprensible, pues su máximo deseo es comerse un bocadillo o un pollo asado. Evidentemente el hambre está tan alejada de vuestras vidas, que es difícil que se convierta no ya en un tema de humor para una historieta, sino en el tema. Para entenderlo haría falta una lección de historia o de sociología, pero que nadie se asuste, que no es ese mi propósito. Me han dicho que hable aquí de mi afición a los cómics, pero como soy un poco rollero, me lío y me lío...




Para mí hay tres grandes satisfacciones unidas a los cómics. La primera es el goce de una buena historia, asociada a unos dibujos sugerentes. La segunda es prestarle a un buen amigo un cómic que yo haya disfrutado. Y la tercera, seguir los caminos que un cómic me ha descubierto. A veces esos caminos son literarios, como cuando leí la genial adaptación que hizo Robert Crumb de unos relatos de Kafka; a veces históricos, como los que me sugirió la lectura de “Maus” (sobre el exterminio de los judíos en la II Guerra Mundial); y, con más frecuencia, geográficos, como me ha pasado desde que empecé a leer cuando apenas tenía seis años los álbumes de Tintín. Por todo esto, para mí los cómics no sólo han sido –y siguen siendo- fuente de satisfacción, sino también de aprendizaje y descubrimiento, que es lo mismo.
Ricardo Signes

8 comentarios:

  1. Existía entonces la creencia generalizada de que la lectura de tebeos era nefasta para los niños, que aquellos que se enfrascaban en este tipo de entretenimimentos nunca pasarían a leer obras mayores de la literatura. Curiosamente, la experiencia ha demostrado que aquellos que han devorado cómics desde niños no sólo se han aficionado a supuestas "obras serias" como novelas sino también al cine, la pintura e, incluso, -cosa impensable- a aburridos ensayos. La actitud de estos agoreros recordaba a la de algunos escritores del 98- si exceptuamos a Azorín- que veían en el cine un espectáculo de feria. El cómic ya es historia y parece que el cine tampoco cuenta con sus mejores momentos. ¿Qué pensaran los amantes delos videojuegos del futuro cuando comprueben asombrados que había gente que se desvivía por ver algo tan anticuado como una película? ¿Habrá tiendas especializadas en las que proyectarán filmes para nostálgicos? Es probable que en esa tienda se amontonen a partes iguales los nostálgicos del séptimo arte y los de los cómics.

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  2. Aparte de los de mi época (Ibáñez, Escobar y compañía) yo también he leído TBO. Ya no lo vendían, pero había gente que los tenía guardados en sus casas y caían en mis manos. Por la misma razón también he leído muchos números de Pumby.

    Y en mi casa aún guardo un montoncito de SOS... Qué grandes. Ahora sería prácticamente imposible que dejaran esos tebeos al alcance de los niños, pero yo me los leía con ocho o nueve años.

    Los cómics son una buena manera de hacer que un niño se aficione a leer y también ofrecen lectura muy buena para los adultos (no es que a mi me moleste leer un comic-book sobre los X-Men, por cierto).

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  3. Leer un cómic o ver una película no sólo produce satisfacción. Las unidades narrativas y la gramática que lo estructuran pueden ser analizadas como hacemos con los textos literarios.
    Creo que el cómic y el cine seguirán siendo en el futuro buenas herramientas para leer o escribir. Parece paradójico que Azorín, tan revolucionario, no se enterara de que el texto narrativo del siglo XX era también la imagen.
    Saludos a ambos, Mila.

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  4. Herramienta muy intersante para trabajar con cómics
    http://www.pixton.com/es/for-fu

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  5. muchas gracias por vuestros comentarios, que sin duda suben la categoría y utilidad de este blog.

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  6. 'El arte de volar' se lleva el Premio Nacional de Cómic 2010

    http://j.mp/cW4Pe0

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  7. Leí ese cómic apenas se publicó y, me gustó tanto, que se lo he dejado a varios amigos. De hecho hace más de medio año que ese álbum no descansa en mi estantería de cómics, pero recuerdo con mucha fidelidad su historia, y algunas viñetas las tengo grabadas en la memoria. Por ejemplo, una de la habitación del padre en Marsella. Otra: unos pies calzados con zapatillas de pañete a cuadros. La primera transmite felicidad; la segunda, tristeza.
    (Nota personal: Juanmi, a ver si me lo devuelves ya, ratilla.)

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