Desconocidos, pero no anónimos
Los
tiempos bélicos suelen dar lugar, cuando pasan a ser historia, a
monumentos conmemorativos. Entre ellos, suele estar el llamado
monumento al "soldado desconocido". No sé si hoy, nuestros
incultos gerifaltes, haciendo ostentación de su profunda y radical
ignorancia, hablarían del "soldado anónimo". Asimismo, me
llama la atención cuando en la televisión se habla sin rubor alguno
de "gente anónima" para referirse a alguien que,
sencillamente, no es famoso. Todavía recuerdo un chiste, creo que de
Forges, publicado en EL PAÍS, donde alguien leía tal noticia: "SE
PROPONE NO TRIUNFAR EN LA VIDA Y LO CONSIGUE". La clave del
chiste está en la negación de un propósito que, aparentemente,
todo el mundo desea: triunfar en la vida. Habría que pararse a
pensar, sobre todo, lo que puede costar ese supuesto triunfo, sobre
todo cuando se asocia con ciertas formas de fama. Asimismo, recuerdo
otro chiste genial donde un señor firmaba en la parada del autobús
un sinfín de autógrafos a sus vecinos. La leyenda del chiste era
como sigue, más o menos así: "INDIVIDUO FIRMANDO AUTÓGRAFOS A
SUS VECINOS TRAS HABER SODOMIZADO UN SOMORMUJO EN LA TELEVISIÓN LA
NOCHE ANTERIOR".
Naturalmente, la clave del chiste radicaba en cómo se logra la fama
por cosas absurdas y abyectas. Legiones de personas desconocidas,
llamadas por los periodistas "anónimas", pelean cada día
por salir de ese desconocimiento y lograr tener un nombre mediático.
Entonces pasan a llamarse VIPs, o "personas muy importantes"
(me pregunto por qué o para qué), de manera que, pongamos por caso,
cualquier cretino hijo de vecino que aparezca rebuznando en un
programa de telebasura alcanza la categoría de famoso mientras un
reputado médico que se pasa la vida salvando vidas tan sólo es un
vulgar ser "anónimo". No me meto en estos desiguales
repartos que dispensa la fama, tan sólo reivindico que las personas
normales seamos, simplemente, "desconocidas" (a Dios
gracias puedo ir por la calle libremente sin que nadie me mire por
ser famoso o me pida autógrafos, o se haga fotos conmigo, salvo
cuando voy a la India, claro está). La palabra "anónimo"
se usa propiamente cuando algo o alguien no tiene nombre o lo quiere
ocultar, pero las personas solemos tener nombre, aunque éste sea
desconocido para los demás.
En cualquier caso, más allá de su impropiedad, este uso de "anónimo" por "desconocido" da que pensar a la hora de valorar lo que hoy se considera como fama. Desde los tiempos de Juan del Encima, que nos decía aquello de:
En cualquier caso, más allá de su impropiedad, este uso de "anónimo" por "desconocido" da que pensar a la hora de valorar lo que hoy se considera como fama. Desde los tiempos de Juan del Encima, que nos decía aquello de:
Todos
los bienes del mundo
pasan presto y su memoria,
salvo la fama y la gloria.
El tiempo lleva los unos,
a otros fortuna y suerte.
y al cabo viene la muerte,
que no nos dexa ningunos.
pasan presto y su memoria,
salvo la fama y la gloria.
El tiempo lleva los unos,
a otros fortuna y suerte.
y al cabo viene la muerte,
que no nos dexa ningunos.
Han pasado muchas cosas, y hoy la fama y la gloria se han vuelto algo tan efímero como el resto de bienes del mundo. La fama se gana y se pierde al paso de los programas de televisión, y tan grande es la horda de aspirantes a esa efímera fama como el grupo de náufragos que, tras pasar unos días por las pequeñas pantallas, son arrojados de nuevo a sus orígenes de personas normales y corrientes. El escritor bohemio Cansinos Assens tituló uno de sus libros "El divino fracaso". En aquellos tiempos de comienzos del siglo XX los poetas y los artistas buscaban la fama y el reconocimiento. Hoy días los poetas, salvo alguna excepción, son considerados tan "anónimos" como cualquier hijo de vecino. Así son los tiempos.
Y aquí tenéis un ejemplo de cómo desarrollar la modalización y la cohesión.
La modalización
En
primer lugar, podemos señalar la amplia nómina de léxico
valorativo que subjetiviza texto, con el que por un lado muestra su
posición respecto a los políticos: “incultos
gerifaltes”, “profunda y radical ignorancia”;
y,
por otro, muestra su opinión respecto a la forma de conseguir la
fama en la actualidad. Podemos citar como ejemplo de ello los
adjetivos: absurdas,
abyectas, cretino y reputado, y
el verbo rebuznando.
Asimismo son índices de modalización las locuciones verbales "llama la atención", "da que pensar", "pongamos por caso", y el verbo modal "sé".
Asimismo son índices de modalización las locuciones verbales "llama la atención", "da que pensar", "pongamos por caso", y el verbo modal "sé".
Por
otro lado, aporta significado modalizador el
deíctico verbal y pronominal de primera persona del plural con valor
inclusivo: “nuestros
incultos” (l.3),
“pongamos” (l.17),
“seamos
simplemente” (l.21),
“solemos
tener nombre” (l.24),
“nos
decía” (l.28),
y el deíctico de primera persona del singular tanto verbal como
pronominal: “no
sé” (l.2),
“recuerdo”
(l.6),
“me
pregunto” (l.17),
“no
me meto” (l.20),
“reivindico”
(l.21),
“voy”
(l.23).
De
la misma manera, manifiestan valores modales la metáfora y la ironía
comentadas en la función poética.
Un
último elemento dentro de este apartado es el referido a la
modalidad oracional dominada en este caso por la modalidad
enunciativa afirmativa con la que se privilegia la transmisión de
datos y la valoración de ideas. Alterna esta modalidad con la
interrogativa indirecta: “No
sé si hoy nuestros gerifaltes…. hablarían del “soldado
anónimo”, “me pregunto por qué y para qué”.
La
cohesión sintáctica
En
cuanto a la cohesión sintáctica, hay que diferenciar la que se
establece entre cada una de las diferentes oraciones y la que supera
este límite: la textual. No encontramos en el texto conectores
suprasegmentales,
es la unidad temática y las relaciones lógicas entre los diferentes
apartados la que asegura la cohesión textual. No obstante, podemos
señalar como marcadores textuales el adverbio “naturalmente”
(l.14)
que le sirve de introductor de un nuevo párrafo en el que explica el
significado del chiste expuesto en el párrafo anterior y el sintagma
“en
cualquier caso” (l.26)
que sirve para cambiar la argumentación e introducir un nuevo tema
surgido a raíz de lo expuesto en párrafos anteriores.
Aunque
tampoco son abundantes los
conectores en
cada uno de los párrafos, sí que podemos señalar algunos nexos o
marcadores discursivos propios del discurso expositivo como el
conector consecutivo: “de
manera que” (l.17),
el adverbio: “asimismo”
(l.4,10)
que actúa como un nexo aditivo y el sintagma: “pongamos
por caso” (l.17)
que actúa como ejemplificador.
Otro
de los recursos de cohesión es la utilización de los
tiempos verbales.
Es el eje de presente el que predomina en el texto, tiempo
coincidente con el momento de la enunciación, en el que se sitúa el
autor y desde el cual analiza y reflexiona sobre la utilización de
los términos en cuestión.
Este
presente aparece utilizado con diferentes valores, así se manifiesta
por un lado con el valor actual, coincidente exactamente con el
momento de la enunciación: “recuerdo”
(l.6,
10), “no
me meto” (l.20),
“reivindico”
(l.21),
pero mayoritariamente se manifiesta con un valor habitual, ya que
indica acciones reiteradas que se vienen realizando y que se prevé
que se realizarán: “se
habla” (l.4),
“se
considera” (l.27),
“la
fama se gana y se
pierde” (l.37),
“son
considerados” (l.42),
“son
arrojados” (l.39)
temporalidad que viene activada mediante el deíctico temporal “hoy”,
que aparece en los diferentes párrafos (l.3, 27,33) y que sitúa el
texto no exclusivamente en el momento de la enunciación, en el que
se escribe el artículo, sino que hace referencia a la época actual.
Por último, aparece utilizado con un valor gnómico en la oración
que cierra el texto, ya que presenta la afirmación como
universalmente válida: “Así
son los tiempos” (l.43).
Alterna
este presente con el tiempo anafórico de pretérito imperfecto de
indicativo, el cual marca simultaneidad al eje de pasado, sin marcar
el periodo de finalización y que le sirven al autor para
ejemplificar sus afirmaciones actuales: “leía,
firmaba, buscaban la fama”,
temporalidad activada en el último caso mediante el sintagma: “en
aquellos tiempos de comienzo del siglo XX”
Encontramos
también como tiempo anafórico el pretérito perfecto simple, con el
que se introduce un hecho totalmente terminado con respecto al
momento de la enunciación: “tituló”
(l.40).
No
aparece ningún deíctico espacial que sitúe el artículo en
un espacio concreto, lo cual corrobora el valor universal de lo
enunciado.
Por
último, como es lógico en un texto elaborado, observamos
procedimientos de referencia textual, que se evidencian
fundamentalmente en los elementos de sustitución. Sin hacer un
examen demasiado exhaustivo señalo las
anáforas representadas
por los pronombres personales: “ellos”
(l.
2), “lo” (l.7), por los pronombres relativos: “que”
(l.5, 8), “donde” (l.10),
“o por los pronombres demostrativos: “este” (l.25). Como
ejemplos de catáfora
podemos
señalar el pronombre demostrativo: “aquello”
(l.28)
que anticipa los versos de Juan del Encina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario