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domingo, 7 de febrero de 2016

Un modelo para el comentario del selectivo


Desconocidos, pero no anónimos

     Los tiempos bélicos suelen dar lugar, cuando pasan a ser historia, a monumentos conmemorativos. Entre ellos, suele estar el llamado monumento al "soldado desconocido". No sé si hoy, nuestros incultos gerifaltes, haciendo ostentación de su profunda y radical ignorancia, hablarían del "soldado anónimo". Asimismo, me llama la atención cuando en la televisión se habla sin rubor alguno de "gente anónima" para referirse a alguien que, sencillamente, no es famoso. Todavía recuerdo un chiste, creo que de Forges, publicado en EL PAÍS, donde alguien leía tal noticia: "SE PROPONE NO TRIUNFAR EN LA VIDA Y LO CONSIGUE". La clave del chiste está en la negación de un propósito que, aparentemente, todo el mundo desea: triunfar en la vida. Habría que pararse a pensar, sobre todo, lo que puede costar ese supuesto triunfo, sobre todo cuando se asocia con ciertas formas de fama. Asimismo, recuerdo otro chiste genial donde un señor firmaba en la parada del autobús un sinfín de autógrafos a sus vecinos. La leyenda del chiste era como sigue, más o menos así: "INDIVIDUO FIRMANDO AUTÓGRAFOS A SUS VECINOS TRAS HABER SODOMIZADO UN SOMORMUJO EN LA TELEVISIÓN LA NOCHE ANTERIOR". Naturalmente, la clave del chiste radicaba en cómo se logra la fama por cosas absurdas y abyectas. Legiones de personas desconocidas, llamadas por los periodistas "anónimas", pelean cada día por salir de ese desconocimiento y lograr tener un nombre mediático. Entonces pasan a llamarse VIPs, o "personas muy importantes" (me pregunto por qué o para qué), de manera que, pongamos por caso, cualquier cretino hijo de vecino que aparezca rebuznando en un programa de telebasura alcanza la categoría de famoso mientras un reputado médico que se pasa la vida salvando vidas tan sólo es un vulgar ser "anónimo". No me meto en estos desiguales repartos que dispensa la fama, tan sólo reivindico que las personas normales seamos, simplemente, "desconocidas" (a Dios gracias puedo ir por la calle libremente sin que nadie me mire por ser famoso o me pida autógrafos, o se haga fotos conmigo, salvo cuando voy a la India, claro está). La palabra "anónimo" se usa propiamente cuando algo o alguien no tiene nombre o lo quiere ocultar, pero las personas solemos tener nombre, aunque éste sea desconocido para los demás.
En cualquier caso, más allá de su impropiedad, este uso de "anónimo" por "desconocido" da que pensar a la hora de valorar lo que hoy se considera como fama. Desde los tiempos de Juan del Encima, que nos decía aquello de:

Todos los bienes del mundo
pasan presto y su memoria,
salvo la fama y la gloria.
El tiempo lleva los unos,
a otros fortuna y suerte.
y al cabo viene la muerte,
que no nos dexa ningunos.

Han pasado muchas cosas, y hoy la fama y la gloria se han vuelto algo tan efímero como el resto de bienes del mundo. La fama se gana y se pierde al paso de los programas de televisión, y tan grande es la horda de aspirantes a esa efímera fama como el grupo de náufragos que, tras pasar unos días por las pequeñas pantallas, son arrojados de nuevo a sus orígenes de personas normales y corrientes. El escritor bohemio Cansinos Assens tituló uno de sus libros "El divino fracaso". En aquellos tiempos de comienzos del siglo XX los poetas y los artistas buscaban la fama y el reconocimiento. Hoy días los poetas, salvo alguna excepción, son considerados tan "anónimos" como cualquier hijo de vecino. Así son los tiempos.

Y aquí tenéis un ejemplo de cómo desarrollar la modalización y la cohesión.

La modalización

En primer lugar, podemos señalar la amplia nómina de léxico valorativo que subjetiviza texto, con el que por un lado muestra su posición respecto a los políticos: “incultos gerifaltes”, “profunda y radical ignorancia”; y, por otro, muestra su opinión respecto a la forma de conseguir la fama en la actualidad. Podemos citar como ejemplo de ello los adjetivos: absurdas, abyectas, cretino y reputado,  y el verbo rebuznando.
Asimismo son índices de modalización las locuciones verbales "llama la atención", "da que pensar", "pongamos por caso", y el verbo modal "sé". 
Por otro lado, aporta significado modalizador el deíctico verbal y pronominal de primera persona del plural con valor inclusivo: nuestros incultos” (l.3), “pongamos(l.17), “seamos simplemente(l.21), “solemos tener nombre(l.24), “nos decía(l.28), y el deíctico de primera persona del singular tanto verbal como pronominal: “no sé(l.2), “recuerdo(l.6), “me pregunto(l.17), “no me meto(l.20), “reivindico(l.21), “voy(l.23).
De la misma manera, manifiestan valores modales la metáfora y la ironía comentadas en la función poética.
Un último elemento dentro de este apartado es el referido a la modalidad oracional dominada en este caso por la modalidad enunciativa afirmativa con la que se privilegia la transmisión de datos y la valoración de ideas. Alterna esta modalidad con la interrogativa indirecta: “No sé si hoy nuestros gerifaltes…. hablarían del “soldado anónimo”, “me pregunto por qué y para qué”.


La cohesión sintáctica

En cuanto a la cohesión sintáctica, hay que diferenciar la que se establece entre cada una de las diferentes oraciones y la que supera este límite: la textual. No encontramos en el texto conectores suprasegmentales, es la unidad temática y las relaciones lógicas entre los diferentes apartados la que asegura la cohesión textual. No obstante, podemos señalar como marcadores textuales el adverbio “naturalmente(l.14) que le sirve de introductor de un nuevo párrafo en el que explica el significado del chiste expuesto en el párrafo anterior y el sintagma “en cualquier caso(l.26) que sirve para cambiar la argumentación e introducir un nuevo tema surgido a raíz de lo expuesto en párrafos anteriores.
Aunque tampoco son abundantes los conectores en cada uno de los párrafos, sí que podemos señalar algunos nexos o marcadores discursivos propios del discurso expositivo como el conector consecutivo: “de manera que” (l.17), el adverbio: “asimismo(l.4,10) que actúa como un nexo aditivo y el sintagma: “pongamos por caso(l.17) que actúa como ejemplificador.
Otro de los recursos de cohesión es la utilización de los tiempos verbales. Es el eje de presente el que predomina en el texto, tiempo coincidente con el momento de la enunciación, en el que se sitúa el autor y desde el cual analiza y reflexiona sobre la utilización de los términos en cuestión.
Este presente aparece utilizado con diferentes valores, así se manifiesta por un lado con el valor actual, coincidente exactamente con el momento de la enunciación: “recuerdo(l.6, 10), no me meto(l.20), “reivindico(l.21), pero mayoritariamente se manifiesta con un valor habitual, ya que indica acciones reiteradas que se vienen realizando y que se prevé que se realizarán: se habla(l.4), “se considera(l.27), “la fama se gana y se pierde(l.37), “son considerados(l.42), “son arrojados(l.39) temporalidad que viene activada mediante el deíctico temporal “hoy”, que aparece en los diferentes párrafos (l.3, 27,33) y que sitúa el texto no exclusivamente en el momento de la enunciación, en el que se escribe el artículo, sino que hace referencia a la época actual. Por último, aparece utilizado con un valor gnómico en la oración que cierra el texto, ya que presenta la afirmación como universalmente válida: “Así son los tiempos(l.43).
Alterna este presente con el tiempo anafórico de pretérito imperfecto de indicativo, el cual marca simultaneidad al eje de pasado, sin marcar el periodo de finalización y que le sirven al autor para ejemplificar sus afirmaciones actuales: “leía, firmaba, buscaban la fama, temporalidad activada en el último caso mediante el sintagma: “en aquellos tiempos de comienzo del siglo XX
Encontramos también como tiempo anafórico el pretérito perfecto simple, con el que se introduce un hecho totalmente terminado con respecto al momento de la enunciación: “tituló(l.40).
No aparece ningún deíctico espacial que sitúe el artículo en un espacio concreto, lo cual corrobora el valor universal de lo enunciado.
Por último, como es lógico en un texto elaborado, observamos procedimientos de referencia textual, que se evidencian fundamentalmente en los elementos de sustitución. Sin hacer un examen demasiado exhaustivo señalo las anáforas representadas por los pronombres personales: “ellos(l. 2), “lo” (l.7), por los pronombres relativos: “que” (l.5, 8), “donde” (l.10), “o por los pronombres demostrativos: “este” (l.25). Como ejemplos de catáfora podemos señalar el pronombre demostrativo: “aquello(l.28) que anticipa los versos de Juan del Encina.











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