Vistas de página en total

jueves, 25 de febrero de 2016

"Suite francesa" (propuesta para el comentario lingüístico)


Cuando Irène Némirovski, en el verano de 1941, escribía su Suite francesa en la localidad borgoñona de Issy-l'Éveque, padeciendo las consecuencias del "Estatuto de los judíos" francés del 3 de octubre del año anterior, su escritura era al mismo tiempo un acto de afirmación personal y un ajuste de cuentas contra  unas medidas políticas vejatorias y criminales decretadas por el régimen colaboracionista francés con una celeridad y complacencia hacia los nazis indignas y vergonzantes.
     ¡Dios mío! ¿Qué me hace este país? Ya que me rechaza, considerémoslo fríamente, observémoslo mientras pierde el honor y la vida -anota en el cuaderno en el que proyecta su "Suite francesa". Por desgracia solo pudo escribir los dos primeros movimientos de esa suite: "Tempestad en junio", sobre la huida de París originada por la inminente invasión nazi; y "Dolce", sobre la ocupación en una pequeña localidad rural. Este carácter truncado de la novela obliga a reparar en esas circunstancias contextuales. El asesinato de Némirovski no es un suceso puntual, sino el resultado lógico de una política criminal que tiene como hitos jurídicos ese "estatuto judío" del 3 de octubre de 1940, la creación en marzo del año siguiente del "Comisariado general para las cuestiones judías" y el "estatuto judío" del 2 de junio de 1941. La hostilidad larvada hacia los judíos por parte de amplios sectores de la derecha francesa que los sucesos relativos al juicio y condena del capitán Dreyfus en las postrimerías del siglo XIX habían puesto de manifiesto con una pasión y violencia inusitados, ahora, sin un Zola que levantara la voz y arriesgara su vida para denunciar la vileza moral de los antisemitas, -callados, acallados o vencidos aquellos que hubieran podido hacerlo- alcanzaba una dimensión hipertrófica. Frente a ello, esta mujer herida de múltiples destierros - el de su Ucrania natal, el de su idea de Francia, el de su propia madre y, en cierto modo, el de su condición de judía- mira y escribe. Teme que el tiempo se le acabe, pero sigue escribiendo porque es su manera de seguir siendo ella; su escritura es su rebelión contra la cobardía y la inmoralidad. Pero solo le alcanza a concluir los dos primeros movimientos de la suite que había concebido. Y en ellos, ninguna palabra sobre judíos, pogromos, deportaciones, asaltos de sinagogas... Por encima de esa especificidad le interesa al principio el comportamiento general, el sálvese quien pueda en que se convierte la huida de París. En otras palabras, le interesa reflejar cómo se quiebra la frágil urdimbre de la moralidad y la cultura en tiempos de naufragio. Es un proceso rápido que deja en evidencia tanto los intereses más primarios como la hipocresía con que se quieren tapar. Para ello desarrolla -especialmente en la primera parte, "Tempestad en junio"- un vasto juego de contrastes: de personajes, de afectos, de intereses..., que a medida que avanza la historia convergen, bien de una manera dramática o bien en una tensión que no acaba de estallar, en unos espacios cerrados que son insuficientes y que obligan a una convivencia hostil o a la expulsión y al rechazo. Ni siquiera la naturaleza, el campo abierto o el bosque son lugares amables, sino espacios de desamparo y escenarios no solo del miedo a los bombardeos de los aviones alemanes, sino de hurto, rapiña y asesinato.
[…]
En este fragmento perteneciente al capítulo 9 se aprecia bien lo que digo junto a otra característica muy peculiar de la prosa de Némirovski, la presencia constante de referencias a animales -en especial a pájaros- como un recurso denotativo -y a veces simbólico- de la deshumanización de la mayor parte de los protagonistas, de la violencia, del hambre, de los miedos y de los tabúes. Si uno no supiera que la autora fue asesinada en Auschwitz el 17 de agosto de 1942, casi dos meses después de su arresto, pensaría al leer la novela que sobrevivió al Holocausto y que en sus páginas fue sembrando conscientemente una serie de indicios que prefiguran de modo simbólico los acontecimientos que luego se sucedieron. Sin embargo, el imposible cronológico solo me hace desdecirme del adverbio de modo. Como a veces ocurre con la gran literatura, la distancia entre poeta y profeta se desdibuja. 

                                                                                                                                                  Ricardo Signes

 

domingo, 7 de febrero de 2016

Un modelo para el comentario del selectivo


Desconocidos, pero no anónimos

     Los tiempos bélicos suelen dar lugar, cuando pasan a ser historia, a monumentos conmemorativos. Entre ellos, suele estar el llamado monumento al "soldado desconocido". No sé si hoy, nuestros incultos gerifaltes, haciendo ostentación de su profunda y radical ignorancia, hablarían del "soldado anónimo". Asimismo, me llama la atención cuando en la televisión se habla sin rubor alguno de "gente anónima" para referirse a alguien que, sencillamente, no es famoso. Todavía recuerdo un chiste, creo que de Forges, publicado en EL PAÍS, donde alguien leía tal noticia: "SE PROPONE NO TRIUNFAR EN LA VIDA Y LO CONSIGUE". La clave del chiste está en la negación de un propósito que, aparentemente, todo el mundo desea: triunfar en la vida. Habría que pararse a pensar, sobre todo, lo que puede costar ese supuesto triunfo, sobre todo cuando se asocia con ciertas formas de fama. Asimismo, recuerdo otro chiste genial donde un señor firmaba en la parada del autobús un sinfín de autógrafos a sus vecinos. La leyenda del chiste era como sigue, más o menos así: "INDIVIDUO FIRMANDO AUTÓGRAFOS A SUS VECINOS TRAS HABER SODOMIZADO UN SOMORMUJO EN LA TELEVISIÓN LA NOCHE ANTERIOR". Naturalmente, la clave del chiste radicaba en cómo se logra la fama por cosas absurdas y abyectas. Legiones de personas desconocidas, llamadas por los periodistas "anónimas", pelean cada día por salir de ese desconocimiento y lograr tener un nombre mediático. Entonces pasan a llamarse VIPs, o "personas muy importantes" (me pregunto por qué o para qué), de manera que, pongamos por caso, cualquier cretino hijo de vecino que aparezca rebuznando en un programa de telebasura alcanza la categoría de famoso mientras un reputado médico que se pasa la vida salvando vidas tan sólo es un vulgar ser "anónimo". No me meto en estos desiguales repartos que dispensa la fama, tan sólo reivindico que las personas normales seamos, simplemente, "desconocidas" (a Dios gracias puedo ir por la calle libremente sin que nadie me mire por ser famoso o me pida autógrafos, o se haga fotos conmigo, salvo cuando voy a la India, claro está). La palabra "anónimo" se usa propiamente cuando algo o alguien no tiene nombre o lo quiere ocultar, pero las personas solemos tener nombre, aunque éste sea desconocido para los demás.
En cualquier caso, más allá de su impropiedad, este uso de "anónimo" por "desconocido" da que pensar a la hora de valorar lo que hoy se considera como fama. Desde los tiempos de Juan del Encima, que nos decía aquello de:

Todos los bienes del mundo
pasan presto y su memoria,
salvo la fama y la gloria.
El tiempo lleva los unos,
a otros fortuna y suerte.
y al cabo viene la muerte,
que no nos dexa ningunos.

Han pasado muchas cosas, y hoy la fama y la gloria se han vuelto algo tan efímero como el resto de bienes del mundo. La fama se gana y se pierde al paso de los programas de televisión, y tan grande es la horda de aspirantes a esa efímera fama como el grupo de náufragos que, tras pasar unos días por las pequeñas pantallas, son arrojados de nuevo a sus orígenes de personas normales y corrientes. El escritor bohemio Cansinos Assens tituló uno de sus libros "El divino fracaso". En aquellos tiempos de comienzos del siglo XX los poetas y los artistas buscaban la fama y el reconocimiento. Hoy días los poetas, salvo alguna excepción, son considerados tan "anónimos" como cualquier hijo de vecino. Así son los tiempos.

Y aquí tenéis un ejemplo de cómo desarrollar la modalización y la cohesión.

La modalización

En primer lugar, podemos señalar la amplia nómina de léxico valorativo que subjetiviza texto, con el que por un lado muestra su posición respecto a los políticos: “incultos gerifaltes”, “profunda y radical ignorancia”; y, por otro, muestra su opinión respecto a la forma de conseguir la fama en la actualidad. Podemos citar como ejemplo de ello los adjetivos: absurdas, abyectas, cretino y reputado,  y el verbo rebuznando.
Asimismo son índices de modalización las locuciones verbales "llama la atención", "da que pensar", "pongamos por caso", y el verbo modal "sé". 
Por otro lado, aporta significado modalizador el deíctico verbal y pronominal de primera persona del plural con valor inclusivo: nuestros incultos” (l.3), “pongamos(l.17), “seamos simplemente(l.21), “solemos tener nombre(l.24), “nos decía(l.28), y el deíctico de primera persona del singular tanto verbal como pronominal: “no sé(l.2), “recuerdo(l.6), “me pregunto(l.17), “no me meto(l.20), “reivindico(l.21), “voy(l.23).
De la misma manera, manifiestan valores modales la metáfora y la ironía comentadas en la función poética.
Un último elemento dentro de este apartado es el referido a la modalidad oracional dominada en este caso por la modalidad enunciativa afirmativa con la que se privilegia la transmisión de datos y la valoración de ideas. Alterna esta modalidad con la interrogativa indirecta: “No sé si hoy nuestros gerifaltes…. hablarían del “soldado anónimo”, “me pregunto por qué y para qué”.


La cohesión sintáctica

En cuanto a la cohesión sintáctica, hay que diferenciar la que se establece entre cada una de las diferentes oraciones y la que supera este límite: la textual. No encontramos en el texto conectores suprasegmentales, es la unidad temática y las relaciones lógicas entre los diferentes apartados la que asegura la cohesión textual. No obstante, podemos señalar como marcadores textuales el adverbio “naturalmente(l.14) que le sirve de introductor de un nuevo párrafo en el que explica el significado del chiste expuesto en el párrafo anterior y el sintagma “en cualquier caso(l.26) que sirve para cambiar la argumentación e introducir un nuevo tema surgido a raíz de lo expuesto en párrafos anteriores.
Aunque tampoco son abundantes los conectores en cada uno de los párrafos, sí que podemos señalar algunos nexos o marcadores discursivos propios del discurso expositivo como el conector consecutivo: “de manera que” (l.17), el adverbio: “asimismo(l.4,10) que actúa como un nexo aditivo y el sintagma: “pongamos por caso(l.17) que actúa como ejemplificador.
Otro de los recursos de cohesión es la utilización de los tiempos verbales. Es el eje de presente el que predomina en el texto, tiempo coincidente con el momento de la enunciación, en el que se sitúa el autor y desde el cual analiza y reflexiona sobre la utilización de los términos en cuestión.
Este presente aparece utilizado con diferentes valores, así se manifiesta por un lado con el valor actual, coincidente exactamente con el momento de la enunciación: “recuerdo(l.6, 10), no me meto(l.20), “reivindico(l.21), pero mayoritariamente se manifiesta con un valor habitual, ya que indica acciones reiteradas que se vienen realizando y que se prevé que se realizarán: se habla(l.4), “se considera(l.27), “la fama se gana y se pierde(l.37), “son considerados(l.42), “son arrojados(l.39) temporalidad que viene activada mediante el deíctico temporal “hoy”, que aparece en los diferentes párrafos (l.3, 27,33) y que sitúa el texto no exclusivamente en el momento de la enunciación, en el que se escribe el artículo, sino que hace referencia a la época actual. Por último, aparece utilizado con un valor gnómico en la oración que cierra el texto, ya que presenta la afirmación como universalmente válida: “Así son los tiempos(l.43).
Alterna este presente con el tiempo anafórico de pretérito imperfecto de indicativo, el cual marca simultaneidad al eje de pasado, sin marcar el periodo de finalización y que le sirven al autor para ejemplificar sus afirmaciones actuales: “leía, firmaba, buscaban la fama, temporalidad activada en el último caso mediante el sintagma: “en aquellos tiempos de comienzo del siglo XX
Encontramos también como tiempo anafórico el pretérito perfecto simple, con el que se introduce un hecho totalmente terminado con respecto al momento de la enunciación: “tituló(l.40).
No aparece ningún deíctico espacial que sitúe el artículo en un espacio concreto, lo cual corrobora el valor universal de lo enunciado.
Por último, como es lógico en un texto elaborado, observamos procedimientos de referencia textual, que se evidencian fundamentalmente en los elementos de sustitución. Sin hacer un examen demasiado exhaustivo señalo las anáforas representadas por los pronombres personales: “ellos(l. 2), “lo” (l.7), por los pronombres relativos: “que” (l.5, 8), “donde” (l.10), “o por los pronombres demostrativos: “este” (l.25). Como ejemplos de catáfora podemos señalar el pronombre demostrativo: “aquello(l.28) que anticipa los versos de Juan del Encina.